Sobre la madera de peral

 

Publicado originalmente en lengua inglesa en British Woodworking Magazine, julio de 2008

https://finefurnituremaker.com/news-blog/an-article-on-pearwood/

Traducción más o menos libre al español, un texto difícil de traducir ya que está escrito como si estuviera contándolo. Sobre las dificultades a la hora de secarlo, no tengo la misma experiencia; tuve la oportunidad en una ocasión de secar grandes tablones en Asturias y no recuerdo que se curvara especialmente; en todo lo demás, estoy totalmente de acuerdo: es una madera dura, pero muy agradable de trabajar, y con las que mejor resultado se puede obtener utilizando simplemente el cepillo, sin cuchilla, ni lija ni nada de eso.

Hasta aquí mis comentarios.


Sobre la madera de peral

por David Savage


La madera de peral es una de las maderas duras más sensuales y satisfactorias que un ebanista puede encontrar. La estructura de la madera es dura, tan dura que se requieren herramientas muy afiladas para trabajarla. Se consiguen así los detalles más refinados y las formas más sensuales. Al contrario que otras maderas duras, la madera de peral no presenta veta, quiero decir sin la figura habitual de la madera. El peral es una madera que no tiene líneas que lo atraviesen, pero tiene sin embargo cambios de tonalidad. Generalmente, el color de la madera de peral es casi de color rosado oscuro, o entre rosa y castaño. Este color puede variar a anaranjado o púrpura oscura. En raras ocasiones, el duramen presenta un color púrpura negruzco, pero esto es raro. Generalmente, el color de la madera de peral es entre rosado y encarnado.

Al contrario que otras maderas exóticas, el peral es una madera fácil de trabajar. Con herramientas de mano, se conseguirán sedosas virutas de ella. No hay necesidad de utilizar la cuchilla de ebanista para quitar fibras de conexión, ya que casi no hay fibras de conexión en la madera de peral. Es lo que llamo una madera de buenas maneras, agradable para convivir con ella. No huele mal ni pica ni es peleona, no se mete en la nariz, es una bella madera para tenerla alrededor. De hecho, lo más bello de ella es el modo de trabajarla, el modo en que sedosas virutas saldrán de un cepillo bien afilado, el modo en que nuevas tonalidades y nuevos colores aparecerán con cada pasada del cepillo. Trabajar la madera de peral es una experiencia genuinamente sensual, una experiencia que habría que valorar.

La primera vez que tuve contacto con madera de peral fue hace más de 30 años, después de leer sobre ella en libros de James Krenov. Encontré entonces un tratante cerca de Bristol que había recibido un pequeño tronco de madera de peral inglés. Si le compraba el lote entero, me lo serraba como yo quisiera. En aquella época, no había secado nada de madera y en mi taller de Londres no tenía mucho espacio, ni siquiera para mí, así que menos para apilar madera a medio secar. Pero sí que tenía una azotea que pensé que valdría para apilar esta madera afuera. Me enteré de lo que había que hacer, llevé la madera de peral a casa, la arrastré tres pisos arriba, la separé con palos de una pulgada por doce pulgadas a intervalos entre las tablas para que el aire pudiera circular y la cubrí con una chapa de acero ondulada, para evitar que le diera el sol. Me eché para atrás y observé con satisfacción mi preciosa pila, que pronto se iba a convertir en exquisitos muebles. Por aquella época, un viejo artesano me dijo algo que siempre recuerdo. Dijo: "chico, en la madera hay tantas alegrías como penas", sin que yo supiera que este iba a ser uno de esos momentos de pena. En el Handbook of English Hardwoods, que era el libro de referencia que usaba en aquella época, se dice que "la madera de peral tiende a combarse durante el secado", razón por la cual puse unos bloques de cemento encima de la pila. A medida que mi valiosa pila de tablones de peral se iba secando durante aquel verano, estos se convirtieron en una especie de hélices de madera. Todos los tablones se combaron entre una y dos pulgadas en todas direcciones. Así, conseguí pequeñas piezas de la pila pero para poco más que un joyero. No hace falta decir que esta fue la última vez que intenté secar madera de peral inglés. Hoy, la mayoría de mi madera de peral viene de Suiza. Los suizos son una gente maravillosa que plantan perales como árboles de sombra en muchas ciudades. El peral que plantan lo vaporizan durante el proceso de secado. El vaporizado cambia ligeramente el color de la madera de un tono rosado ligero como de carne a un tono un poco más oscuro, entre rosa y encarnado. El vaporizado se hace para quitar y matar las orugas, que hacen agujeros a lo largo de todo el árbol. Precisamente, encontré algunas de estas orugas en mi pila de hélices de madera de peral. Hacen agujeros enormes, no solo en la albura, sino en mitad del duramen, y uno se los encuentra de repente al pasar el tablón por la cepilladora, de manera que un inmaculado tablón presenta un enorme y largo agujero, habiendo segado la cabeza de un ser vivo, ¡ay!. La madera de peral vaporizada de repente se hace muy atractiva.

El peral no es un árbol enorme, pero muchas veces he visto tablones procedentes de Suiza que pueden llegar a medir diez pies de largo y dos pies y seis pulgadas de ancho. La corteza del árbol es rugosa, pero la albura, como en el cerezo, casi no se distingue del duramen, lo que significa que puede utilizarse casi toda la madera de un lado a otro.

Hay que tener cuidado con el uso de madera de peral. Es una madera de la que hay poco stock, y es relativamente cara. Por otro lado, no hay disponibles grandes tablones, de modo que es raro encontrar una mesa de peral hecha de peral, desde luego en madera maciza, pero sí he visto a veces mesas de grandes tableros de chapa de madera de peral. A lo largo de los años, he hecho muebles pequeños y a veces mesas y mesas de juego en madera maciza de peral, así como vitrinas y muy rara vez sillas, y puedo decir con seguridad que es una de las maderas con las que más he disfrutado. Ahora, porque yo lo diga no vayáis por ahí causando escasez mundial (de madera de peral) comprándola toda.

David Savage

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