Herramientas y su uso


Cepillos:

Yo sólo tengo tres. No tengo cepillo de desbaste, aunque debería tenerlo, pero la garlopa me sirve prácticamente para este trabajo, y en ocasiones, realmente muy pocas, utilizo un pequeño cepillo eléctrico de marca Virutex. Hace tiempo que he dejado de pensar en comprar un cepillo, que no he necesitado nunca, pero sí me compré una magnífica y precisa regruesadora Makita cuando, el verano pasado, me encargaron un mueble de 4 metros de longitud para un restaurante, una especie de aparador. Hay que tener en cuenta que, para ese mueble, necesité regruesar 64 piezas de Cuenca de longitudes que oscilaban entre 0,75 y 1,75 metros, además de otras piezas.

No tengo ningún problema con las máquinas, que, como dice James Krenov, son nuestras amigas, al menos hasta un punto, donde podemos despedirnos de ellas educadamente. Me gustaría dejar claro, no obstante, que las máquinas también pueden ser nuestras peores y más terribles enemigas, porque son extraordinariamente peligrosas. He conocido profesionales que han tenido serios percances con máquinas, y como me contó en una ocasión un entarimador con más de cuarenta años de experiencia a sus espaldas, el peligro acecha donde menos se espera. En su caso, se cortó de mala manera con una ingletadora, porque pensó que estaba parada, cuando pasó la mano por allí en busca de otra cosa. Todo el aparataje de medidas de protección, que son, por supuesto, imprescindibles y de uso obligatorio, no sirve de nada cuando una serie de circunstancias se encadenan de manera fortuita, en situaciones imposibles de imaginar. Sin embargo, es prácticamente imposible tener un accidente con una herramienta manual, es incluso más difícil cortarse con un cepillo que con un cuchillo de cocina. La única herida que sí puede ocurrir por descuido, sobre todo al principio, cuando uno está menos habituado, es golpearse en los nudillos con un perrillo, con un sargento, etc. Pero en ningún caso este tipo de accidentes tienen nada que ver con los cortes y aplastamientos fatales que ocurren utilizando herramientas mecánicas.

Volviendo a las herramientas de mano, tengo una excelente garlopa de madera de encina, que compré en un anticuario de Ripoll (Gerona) por 50 €, la cual sospecho que está fabricada en Barcelona. Después he comprado varias herramientas más en el mismo sitio, todas ellas excelentes, como por ejemplo un cepillo de carretero, un cepillo de acabado y otro ajustable. Utilizar esa garlopa, que algún ebanista utilizó antes que yo, quizá hace más de cien años, me proporciona una gran satisfacción. No sé por qué ya no se fabrican en España este tipo de herramientas, si antes se fabricaban de excelente calidad. Siempre hemos tenido buenos aceros, en Albacete, Ripoll, Taramundi, y qué decir de la forja vasca; por otra parte, tenemos la mejor madera para herramientas, por todas partes, la de encina.

En cuanto a cepillo de acabado, tengo un 5 1/2 de Clifton. Quizá sería mejor un Lie-Nielsen, que he probado muchas veces, pero no estoy seguro. A veces he utilizado cepillos bajos de Lie-Nielsen, y no me han gustado comparados con mi Clifton. Uno tiene que conocer a su cepillo, y quizá el cepillo a él, cuando los dejo descansar por la noche, me olvido de ellos, pero a la mañana siguiente están esperándome, cuando creo que están acabados y que ya no funcionan bien y pienso, está estropeado, o este cepillo no es lo que era, simplemente desmonto su cuchilla, la afilo con cuidado, la monto y limpio el cuerpo, y veo que el cepillo revive y es capaz de hacer maravillas, realmente siento que está vivo, y me agradece mis cuidados. En una ocasión, Jesús Pazos me pidió que le ayudara con un cliente que se quejaba de que un Clifton 4 estaba mal fabricado; sólo estaba mal afilado, mandamos al cliente unas suaves virutas, en la misma caja.

El cepillo de testas (o de bloque, de ángulo bajo de Lie Nielsen) es quizá la herramienta cuya compra resulta más difícil de evitar. En general, siempre he tenido una tendencia más bien austera a la hora de comprar las herramientas, sopesando mucho todas las compras, pero confieso que a veces no he podido resistir la tentación de comprar alguna herramienta por su atractivo diseño. Puede decirse que, cuanto más sabe uno, menos confía en la parafernalia de las marcas, que tienen necesariamente que vender y, para ello, despliegan una retahíla de argumentos para convencer al usuario de las bondades de esta o aquella herramienta.

 
El cuchillo y el gramil:

Quizá la diferencia más señalada entre el ebanista y otros profesionales de la madera es que el ebanista apenas utiliza el lápiz. Es conveniente destacar que todo marcaje se realiza en ebanistería con la ayuda de cuchillo o gramil, que es en realidad un cuchillo; rara vez se utiliza el lápiz para dimensionar o marcar una pieza, sí para realizar algún tipo de señal indicativa de las operaciones ya realizadas.

El cuchillo de ebanista y el gramil son como si dijéramos hermanos, o quizá parientes muy próximos. Incluso se utilizan, por ejemplo para el marcaje de las colas de milano, de manera alterna, es decir, son necesarios los dos, los hombros se marcan con gramil, las colas en sí con el cuchillo, y no podría ser de ninguna otra manera.

 
Técnicas de cepillado:

Durante el primer año, tuve que dedicar tanto tiempo al correcto dimensionado de una pieza que llegué a la conclusión de que no podía pasarme el tiempo mirando y remirando la pieza con las reglas de paralelaje o miras. Por ello, basándome más o menos en lo que cuentan otros ebanistas, elaboré mi propio método, que me permite dimensionar una pieza con gran exactitud, utilizando las miras únicamente para una última comprobación, aunque la verdad es que la mayor parte de las veces ni siquiera las utilizo.

El procedimiento es el siguiente: se cepilla en primer lugar una de las caras, preferentemente la menos lucida, con objeto de dejar para lo último la cara que irá vista (la más lucida) (esto creo que lo dice Ian Kirby).

Antes de comenzar, hay que identificar el sentido de la fibra, para evitar el cepillado a contrapelo, que tiene unos efectos desastrosos, sobre todo en la fase final. Con un poco de práctica, se detecta fácilmente el sentido de la fibra pasando la yema de los dedos por la superficie de la madera. A contrapelo, notaremos como pinchan las fibras de la madera, aunque sean muy pequeñas, mientras que en el sentido correcto notaremos la madera lisa.

Si la pieza viene directamente de la sierra, utilizaremos en primer lugar la garlopa, dando lo que yo llamo una familia de pasadas en diagonal, primero sobre una diagonal y después sobre la otra, dejando para el final un par de pasadas longitudinales; lo mismo haremos con el cepillo de acabado, y quizá algún toque con el cepillo fino. Esta será nuestra cara de referencia. El resultado será, si seguimos este método, de una planitud perfecta. Es imprescindible que las pasadas sean sobre una diagonal primero y después sobre la otra, un par de pasadas en ambos sentidos, con ello evitaremos el alabeo de la pieza.

A continuación, se cepilla un borde longitudinal, escuadrándolo con la cara de referencia, que habremos marcado como ya trabajada. Al principio, parece difícil conseguir el escuadrado, pero un poco de práctica nos indicará la horizontalidad del cepillo, y con ella el escuadrado de la pieza. Aquí David Charlesworth promovía el uso del filo curvado, que utilizaba moviéndose a través, pero no creo que esto sea necesario, porque uno tiene que entender que, con el cepillo, se pueden dar más o menos pasadas allí donde sean necesarias.

Si la pieza es pequeña y se requiere una gran precisión, en ese caso es preferible utilizar un tablero de apoyo o ayuda (se desarrolla a continuación), es decir, lo que los ingleses llaman shooting board.

La siguiente operación es hacer que el otro borde longitudinal sea paralelo al anterior. Para esto, en teoría se requiere un gramil especial, llamado de panel (la verdad es que yo no lo tengo, ni me he preocupado de fabricarlo), pero en la práctica suele ser suficiente con medir con una regla, o bien con alguna pieza dimensionada al efecto, como recomienda James Krenov.

A continuación, marcamos con el gramil el espesor menor que encontremos en la pieza; si queremos una precisión extraordinaria, se puede utilizar el calibre para cerciorarnos del menor de los espesores que presente la pieza. Finalmente, cepillaríamos las testas, pero esto requiere una explicación pormenorizada.

Con esta técnica (falta que la pieza tiene que estar perfectamente apoyada), En esto hay varias escuelas, la nórdica, que tiene que encajar la pieza entre dos topes, yo prefiero la otra, que podríamos llamar atlántica, ya que he observado que es la preferida en España, Francia y Gran Bretaña, es decir, con la pieza suelta, colocada en el banco contra un tope.

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